jueves, febrero 08, 2007

lunes, febrero 05, 2007

"INVOLUCIÓN" (senos, cosenos y vacas)


En aquellos tiempos mis esfuerzos se concentraban en disimular mi confianza en que el Dr Hell, esta vez si, pusiera en verdaderos apuros a Mazinger Z, porque entonces sabia que ella acudiría a nuestra cita al grito de "pechos fuera", disparando su par de senos cónicos contra mi pantalla televisiva, inaugurando de paso mi lista de amores platónicos, por la letra A de Afrodita.

En el barrio de Sésamo, Ana tenía la ventaja de que era más humana. Es bueno p
artir de un mínimo común. Pero a mi nunca se me escapó la velada relación que mantenía con el panadero Chema, que acabó por distanciarnos, y provocarme en el futuro cierta animadversión hacia el gremio pastelero en general. Así que en lo sucesivo aprovecho cualquier coartada en forma de pan crudo o donuts duro para retar al panadero de turno a duelo de pistolas al amanecer en reparo del honor mancillado.

El amor platónico evoluciona, saltando de las pantallas en forma de vaquera. Yo me crié en un pueblo de la Castilla profunda, entonces la leche no venía en tetra break, sino en vacas de a trescientos kilos. Me hice amigo del hijo del dueño de la vaquería, y admirador incondicional de su
hermana mayor, que mi madre contrató, un buen día, para que cuidara a sus tres hijos. Teníamos en común que ambos éramos humanos y cercanos, que era mucho más de lo que se podía decir de Afrodita-A o de Ana. Sin embargo nos separaban dieciocho años, treinta y dos vacas y dos sementales. De estos dos últimos, uno no tenia más trascendencia, dado que era bragado y astifino de unos cuatrocientos kilos de peso, sin embargo, el segundo resultó ser un legionario moreno de ochenta kilos de espalda que termino por llevarse a la vaquera, abandonandome a mi y a las treinta y tres vacas (las treinta y dos originales más la nueva nodriza que contrató, un mal día, mi madre.)

A Cristina me unía, que los dos éramos humanos y cercanos, y que cursábamos en el mismo colegio. (con la salvedad de que yo lo hacia en calidad de alumno y ella de profesora de matemáticas) Así que podemos hablar ya de un mínimo común múltiplo. Si bien yo tuve claro desde el principio que ella era mi hipotenusa, a Cristina le costó algo más descubrir que yo era un cateto al cuadrado. Nunca entendió porque yo me obc
ecaba en asegurar en los exámenes que todos sus cosenos tendían a infinito y sus ángulos resultaban siempre complementarios, si a esto le sumas un par de diferencias más, al final cortamos por la tangente, repetí curso y me pasé a letras.

El siguiente paso evolutivo, consiste en volverse realista, abandonar los amores platónicos e inaugurar los carnales, que se diferencian de los primeros, en que a estos les pueden oler los pies y el aliento y demás defectos propios de los humanos. Encontré así el encanto de los defectos, y aquí me descubrí yo cierta tendencia a lo estrafalario, a lo distinto, a cualquier cosa que se saliera
de la norma. Un par de ojos azules con tendencias depresivas, una gótica pecosa con principio de ludopatía, unos rizos negros imposibles que se acabaron enredando, un dolor de muelas rubio...todos con resultados dispares, unas acabaron olvidándome y otras no me recuerdan.

Ahora, a estas alturas de mi vida, no concibo esta regresión. Esta involución no es natural, esta decadencia no es aconsejable ni sana. Y sin embargo me resulta inevitable. Rebusco en mis "porques", me hace reír, requisito único exigible en mi concepto de mujer achuchable, y tiene ese algo distinto, ese algo.... in other words: I love you Mari Carmen Cañizares.






P.D.: ¿Esto que me pasa es normal?